miércoles, 24 de diciembre de 2008

"Try get to ready", de The Shake, dos años después pero también dos años antes

Try get to ready
Try get to ready es el título del segundo álbum de The Shake, grupo almeriense creado hace ocho años de la mano de su principal factótum, Miguel Ángel Calabuig. Grabado en 2008, se edita por fin este trabajo en 2010 gracias a Sunny Day Records, discográfica cacereña que, en poco tiempo, ha conseguido, con elevada convicción y enorme criterio no exento de riesgo, aglutinar en su catálogo unos cuantos grupos indispensables para entender la mejor producción estatal con referencias sixties. Si tenemos en cuenta que la mayoría de bandas con una década de trayectoria se ven en la necesidad creativa de culminar ese periodo con una obra maestra, The Shake nos la ofrece dos años antes. Esta es una de las tantas excepcionalidades que les destacan entre el panorama actual pero hay otras, algunas explicables y otras no tanto, como que vea la luz el disco dos años después de ser grabado, que merecen sus correspondientes comentarios.   

Trippin’ the Whole Colourful World
Try to Get Ready es un compendio de cómo hacer bien las cosas, con instrumentaciones brillantes, canciones emocionantes y un calificativo genérico de obra con raíces sixties adaptada a los tiempos actuales. The Shake son de lo mejorcito del panorama actual de R&B y "garage", y este disco vuelve a ponerles donde deben estar, en lo más alto gracias al tesón y buen criterio de una venerable discográfica con un catálogo ya esencial. Tras su primer álbum Trippin’ the Whole Colourful World de 2006, donde se desarrollaban unos parámetros más cercanos a la psicodelia y el pop, todos ellos éxitos comerciales en potencia, editan en 2007 un single con Hey Girl records y los temas “Once again” y “Don’t really Care”. Un año después, The Shake graban su segundo larga duración y se ven obligados a entrar, inexplicablemente, en un callejón sin salida al no encontrar el apoyo necesario para publicarlo. Han sido meses muy desesperantes para sus fans que conocían la existencia de este disco pero que comprobaban, frustrados, cómo nadie lo editaba y eso que el anterior había sido distribuido por la prestigiosa discográfica Flor y Nata desde Barcelona y la americana, Rainbow Quartz.  

Con este segundo álbum, The Shake no imitan a nadie ni copian absolutamente nada. Tan sólo se limitan a dar forma, con entusiasmo y profesionalidad, a unas cuantas ideas, pero qué ideas, de todo un genio como es Miguel Ángel Calabuig, con una facilidad pasmosa para construir verdaderos himnos musicales, equiparable a la de otros grandes monstruos creativos de todos los tiempos que cualquiera podrá descubrir y comparar tras oír sus brillantes composiciones.  

Si este disco se hubiera publicado en los sesenta, habría sido, sin duda, número uno en las listas británicas y por ende en el resto de mundo. Así que no hagamos el típico ridículo de aquel que todo lo sabe y nada le gusta, y seamos capaces de valorar en su justa medida el valor y la aportación que estos almerienses hacen al panorama actual con independencia de a quién nos recuerden. Porque puestos a ser exigentes, si cortáramos la cadena tras el primer y seminal eslabón, nada quedaría tras los sesenta, incluidos grunge, experimental, post-rock, indies, mestizos y amantes varios de la fusión con lo latino. 

El carácter excepcional de Shake también se ejemplifica en los cambios de formación que ha tenido durante todos estos años. Respecto al disco anterior, grabado con Antonio Starr, batería, Javier Maresca, guitarra y voces, más la colaboración de Laureano Navarra al bajo en algunos cortes, sólo repiten en este segundo Lp, Álex L. Pierre al bajo y Miguel Ángel, voz principal y guitarra. La nueva formación incluye en la batería, José Luís y a la guitarra más voces, Juan Luis. A destacar la presencia de un trío de metales formado por Javier Franco, Luis Cortés y Sergio Castillo a la trompeta, trombón y saxo, más Rosendo Álvarez a la harmónica y David Bailey voces en algunos temas.  
The Shake. Foto: Guerrero Linares
Este segundo disco fue grabado el año 2008, entre primavera y verano, en el Coldcut Studio de Almería por Antonio Díaz que también se ha encargado de la masterización, y producción conjuntamente con Miguel Ángel. Remarcable también es el artwork a cargo de Carlos Espejo para un disco donde las sutiles fotos en blanco y negro de Juan Guerrero Linares, con esa austera pero muy apropiada portada, consiguen dar un toque final estético verdaderamente perfecto.    

El álbum incluye diez temas, cada uno con un punto de vista diferente sobre los sonidos sixties, con unas referencias claras pero también interpretadas bajo un prisma particular. Los guiños al pasado, francamente plausibles, tienen todos ellos una clara convicción de actualidad.  No hace mucho leí una frase esclarecedora al respecto en una entrevista en el Rockdelux al músico Joe Henry. Tomando como referencia un aforismo del poeta Wallace Stevens que decía: “cualquier artista interesado en la verdad va a ser original”, Henry sentenciaba que la originalidad está sobrevalorada. En este disco, la originalidad recae en el talento de este gran músico que es Miguel Ángel Calabuig pero oyendo los excelentes recursos instrumentistas del resto de la banda, creo que The Shake van a crecer más si cabe, a muy corto plazo, como puede comprobarse en este trabajo.  

Este segundo Lp se abre con la genial “Bring some lovin’” y ese potente bajo. Las guitarras “garage” se mezclan, con sabiduría, con ese toque Bravos que particularmente me parece de lo más creativo que se ha hecho en este país en nuestros años ye-yé. Aparecen los primeras frases y sincopados rítmicos del metal que le dan un aire soul maravilloso. Le sigue, “Try to get Reddy” y ese inicio de teclado a lo Zombies, para discurrir por riffs “garage” de calidad que desembocan en el siguiente corte titulado “Rescue me” donde la batería adquiere un merecido protagonismo y propicia unos cambios rítmicos estelares.  

Sigue el disco con un pequeño homenaje a un par de frases musicales del tema “I Ain't No Miracle Worker” de la Chocolate Watch Band desarrolladas hacía otros parámetros propios de los Shake con una guitarra psicodélica deliciosa para este tema titulado “Shame on you”. Acaba la primera cara de este soberbio Lp con “Don’t Put Your Fingers on my Girl”, un ejemplo de destreza “garajera” propia de las bandas tejanas con detalles más cercanos al rock and roll americano.  

The Shake. Foto: Guerrero Linares
La Cara B se abre con la brillante “When you stole the sun” y ese desarrollo musical altamente hipnotizante propiciado por el órgano y coros llenando los huecos que permiten las guitarras propulsadas mediante ese vaivén propio del R&B. A continuación, nos sorprenden con un maravilloso medio tiempo titulado “Give a guarantee” donde se incluyen detalles sonoros contundentes, a modo de resumen y en una sola canción, de prácticamente toda la historia del rock and roll. Empieza el tema con un desarrollo rítmico que bien podría ser una de las famosas versiones de los Cramps, pero no. Es mucho más, precisamente porque entronca directamente con esos originales grabados en esos oscuros acetatos de los sesenta. Pero no se conforman con ello y propician un cambio de ritmo donde parecen los mismísimos Who. Una vez más demuestran los magníficos instrumentistas que son utilizando todos los recursos de esos mitos del R&B británico a los que añaden algún detalle psicodélico para redondear todo un temazo que para mi se incluye entre lo mejor del álbum. A continuación, recuperan su vertiente más beat, con esos acordes y cambios de los grupos Mersey tan melodiosos que guían los pasos de estos almerienses haciendo gala de excelentes recursos vocales en “Love got no memory”. Con “It’s for you”, endurecen de nuevo su sonido en un festival de sintaxis y semántica “garage”, con una acertadísima harmónica que en ese segundo plano adquiere un protagonismo ejemplar. Acaba el disco con un regalo inesperado, casi el único estilo que no habían tocado hasta el momento, ese folk psicodélico que nos presentan de forma subliminal en la canción “Another Girl”, mediante esas guitarras a lo Byrds que cierran este laberinto de sorpresas, un rompecabezas de grandes ideas sixties que invita al baile y al éxtasis propiciado por una genialidad tras otra.  

M.Angel Calabuig. Foto: Ana Socías
Estas son unas cuantas impresiones, fácilmente ampliables, que pueden experimentarse tras una escucha atenta de este segundo Lp de los Shake, un álbum que probablemente sea disco del año para muchos amantes de los sonidos sixties dispuestos a no dejarse engañar por planteamientos excesivamente puristas que no llevan a ningún sitio. Todos  los demás, aquellos que no entiendan que la música va más allá de los caprichos de una multinacional, dictados mediante la televisión y la radio comercial, van a quedarse igual como estaban. No hace mucho, Miguel Ángel me decía que “hay que asumir que a la mayoría no le interesa lo que haces, que no tiene porqué y que a lo mejor no tienen tan “buen gusto” como el tuyo… no importa, si en realidad te gusta la música y tocar”. Efectivamente, ese espíritu constructivo enlaza con la teoría del poeta americano Wallace Stevens porque en realidad, como el mismo Miguel Ángel sentenció al final de esa misma entrevista: “esto, cualquier día se acaba y solo quedan la satisfacción de cuatro conciertos y las juergas con los amigos que haces por ahí”.  Sea como sea el futuro de los Shake, creo fervientemente que ya han celebrado su décimo aniversario con dos años de antelación mediante ese siempre anhelado disco maestro que todo grupo aspira a componer. Lo único que podemos pedir sus fans, en beneficio de nuestra integridad mental, es que su nuevo álbum no padezca, tras su grabación, otros dos insoportables años de espera para ser editado. Al menos podemos avanzar que si siguen en manos de Sunny Day records, que ha tenido el detalle de incluir en el Lp una hoja con las letras, fotos y la versión del disco en CD, estoy convencido que el trato y el cuidado continuará siendo exquisito e impecable.